jueves, 19 de junio de 2008

Lo pequeño se hace grande

Estos días ando bastante liado con el montaje de la caseta de la peña a la que pertenezco. Se trata de una de las peñas con mas solera de Torrejón: la peña los Calderos. Aún recuerdo cómo se fraguó la misma.

Cuando era pequeño, solíamos ir a pasar los sábados o domingos del verano a la piscina Lucky Star del vecino municipio ducal de Loeches. Entonces, varios de los amigos de mis padres junto con sus hijos nos acompañaban. Recuerdo nítidamente ir con mi padre a la vieja casona de puerta verde que había en la calle Manuel Sandoval a comprar hielo en bloque. Entonces no había esas máquinas que hacían cubitos y las ponían en las gasolineras. Luego lo llevábamos a casa y metíamos en una vieja nevera amarilla. Esta nevera tenía que ser cerrada con pulpos en lugar de sus propios cierres, pues mi madre metía tantas cosas todas ellas riquísimas que no había otra manera de transportarlo sino así.

También teníamos que cargar con las butacas reclinables para tomar el sol, que eran rojas y blancas y pesaban un motón para un par de muchachos de 9 y 7 años. Estos días de verano, de “voyage voyage” escuchado bajo el agua, de sol y polos colajet- siempre buscando el palo para tomar otro gratis- fueron propicios para que naciera la peña. Se barajaron muchos nombres, como “las tortugas” pero al final, mi tío Pepe pensó que podíamos tomar los calderos que definen a nuestra ciudad según su blasón y llamarnos “los calderos”. Parece ser que la calderera era una industria boyante en Torrejón siglos atrás.

A lo largo de los años, la peña fue definiéndose como lo que es hoy: un grupo de amigos sólido y estable, con vocación de hacer cosas grandes. Y una de las cosas grandes que siempre ha hecho han sido las casetas para las fiestas populares.

Entonces, cuando nació allá por el buen 1984-menos mal que Orwell equivocó la fecha. El gran hermano tardará algo en llegar- las peñas no tenían un lugar estable, y cada una hacía lo que podía. En lo que hoy es la cafetería Jayma de la calle los Curas había un gran corralón que un día fue lugar de alegrías, vino y jolgorio. No recuerdo el nombre de aquella peña, pero seguro lo pasaban en grande.

Poco después, el ayuntamiento montó unas estructuras metálicas a modo de Partenón griego, pero con menos columnas. Y prestaba a cada peña el espacio para que durante los días de las fiestas, montasen allí su lugar de ocio y pudieran darse a conocer a los demás vecinos. Nuestra peña pensó que sería bueno hacer algo diferente, y comenzaron los diseños de casetas espectaculares. La caseta del oeste, con sus puertas abatibles y el “saloon” colgando sobre nuestras cabezas; la casa china, con sus farolillos rojos y tejados con aleros puntiagudos; la choza de la selva, con sus paredes de caña; el miedo, con la capa de drácula dando entrada al valiente; La Santa María, que nos llevó a todos de nuevo hasta Guanahaní en el 92;

Me gusta considerar-todo ello de forma muy personal- a estas casetas como una primera fase. Todo se montó en el entonces conocido como Campo del Afa o incluso “campolafa”. Cuando las peñas se trasladaron al recinto ferial, donde están ahora, vino lo verdaderamente grande. Aquí construimos una réplica cómica del templo de Debod, pero donde no faltaba las puertas dinteladas y tampoco las esfinges tetudas. Revivimos la gloria del Cid con un majestuoso castillo de imponentes torres del homenaje. Un faro guió nuestro rumbo hasta alegría total. Un circo nos hizo reír junto a los payasos.

Y ahora estamos con una discoteca de la era dorada. De la época de Nasville Nash, de Cool and the Gang, the Bee Gees, de Tony Manero. Y entonces es cuando lo pequeño se hace grande. Son pequeñas cosas, muchas veces retales de otras que un día fueron útiles, pero que engrandecen a la peña, y también a quién como yo la lleva dentro. Y a mi me toca la parte eléctrica y sonora. Es una responsabilidad saber que de mí dependen las cervezas frías, los pinchos morunos, los montaditos de lomo, la fiebre del sábado noche. Todo ello pasará por mis manos para que esté listo y en marcha. Tan solo son cables, podréis pensar. Y es verdad, que solo son cables. Si fuera otra cosa, no se de dónde sacaría esos preciosos 220 voltios tan pegajosos que animarán los serpentines, las cámaras, la luz del baño.

Es algo difícil de explicar. Pero creo que yo lo he hecho ya. Y quién quiera más explicaciones o aclaraciones podrá preguntármelo en directo estos días. Del 20 al 24 de junio. En el recinto ferial, en la caseta de la peña los calderos.

2 comentarios:

Manuel Lobo Parra dijo...

Si algo hace que las fiestas de Torrejón sean de la mejores de toda la Comunidad de Madrid, no son los fastos y boatos que propone el Ayuntamiento, sino el ambientazo y la pasión con la que las peñas lo viven.

Anónimo dijo...

Quiza también las fiestas, como tantas otras cosas, ya no son como antes, ahora las cosas se miden por su tamaño, y el despliegue policial, ahora las cosas son otra cosa. Pero bien esta sí, que cada tiempo tiene su tiempo y no puede ser de otra manera. Pero para aquellos que gustan de recordar añadire a tu escrito que antaño las fiestas se vivian de otra manera, pensemos que antes la gente trabaja mucho y duro y solo esos dias paraban sin rubor alguno para disfrute y regozijo, entonces sacaban su mejor traje y alguno hasta cepillaba su boina y marchaba con la mujer colgada del bracete desde la mañana, primero a disfrutar de un café con churros, paseito y aperitivo, más tarde vendría la comida y la siempre bien recibida sobremesa degustanto un buen brandy, y así hasta la noche donde apretadito a la parienta se marcaban un pieza, perdón un tema, al son de la banda municipal. Las fiestas hacían reecuentro, parrafadas y disfrute de amigo, las fiestas hacia un corte entre el antes y el despues, pero claro antes se trabajaba en el campo se media la cosecha,se miraba al cielo, tantas y tantas cosas....

Don Jacinto