Siempre ha habido adoradores de Mr. Scrooge, aduciendo que la navidad no son mas que paparruchas. Que vaya un tiempo malo, de falsedad, de hipocresía, de consumismo, de derroche.
De tiempo de pena, de recordar a los ausentes, a los que se fueron hace poco, a los que la parca secuestró injustamente, a los que Caronte franqueó el paso sin preguntar.
Y también siempre habrá ilusos( VER RAE) que piensen que la navidad es maravillosa, un tiempo de felicidad imperecedera, que está hecha para los niños, que es tiempo de encuentro, de renovar esperanzas y deseos, de emociones. De estar con los tuyos, de brindar, de forjar proyectos, de acordarte de los mas lejanos y llamarlos o enviarlos una postal navideña.
Pero el diablo, agazapado en cualquier esquina, puede asomar su cara en cualquier momento. Acabo de subir de la calle, de tirar la basura convenientemente separada, y un hombre bien vestido, joven, fuerte, me ha preguntado si había restos de comida en mis bolsas.
Le he dicho que no, que tan solo había desechos de porexpan y pegamento que acabo de utilizar para decorar el techo de mi cocina. Y también le he dicho que me esperase.
Al subir a casa, he contado a mi mujer la vergüenza de lo que acababa de presenciar, y he preparado un buen bocadillo de jamón. He cogido un paquete de chorizo y una cerveza, y he vuelto a la calle.
El hombre, naturalmente, estaba esperándome. Quería coger la nueva bolsa de despojos plásticos, y he tenido que explicarle que eso no era para él.
- “Toma, el bocadillo. Toma este paquete de chorizo también. Y toma, esta cerveza”
- “Gracias, hombre, gracias” me ha dicho el caballero.
- “Suerte” le he deseado.
Qué malo es el diablo, que nos muestra estas miserias justo "en estas fechas tan señaladas".
Pero a pesar de ello, creo que le he dado de comer al niño Jesús.