sábado, 6 de septiembre de 2008

Y se cierra el círculo

Recuerdo como si fuera ayer los veranos que pasaba en el pueblo natal de mi abuelo materno, Elías. Un pequeño pueblo situado en Soria y cuyo nombre hace honor a la belleza de los parajes que lo rodean: Valdenebro. Cuando llegábamos, a finales de julio, siempre teníamos las bicicletas puestas a punto por su mano experta. Los frenos, las zapatas, el hinchado de las ruedas… todo lo necesario para llegar y jugar-esto se reinventaría años después como “plug&play”-

Una anécdota que evoco con perfecta nitidez es la que sucedió cuando mi pequeña bicicleta amarilla pinchó una de sus duras ruedas de caucho. Como no tenían cámara, mi abuelo trató de repararla mediante costura con hilo de bramante. Supongo que no era su intención, pero cuando se atravesó la mano con la aguja, tuve la ocasión de escuchar unas blasfemias cuyo significado averigüé años después: “me cago en todo lo que estudie” “copón bendito” “la órdiga” Finalmente la bicicleta no pudo ser reparada y me compraron otra. Debo destacar que no fue una cuestión meramente de capricho, sino que la bici se me quedaba ya pequeña.

Años más tarde, y ya en mi casa, mi padre tenía una caja de herramientas de plástico naranja, con la que siempre andaba arreglando cosas rotas y fabricando otras nuevas. Muebles, sillas, mesas, armarios y un sinfín de menaje del hogar. Dentro de la caja había una pequeña pieza negra, con 6 pequeños orificios con una utilidad indefinida. El misterio se cernía a mi alrededor. Hasta que llegó el momento y se me ocurrió la feliz idea de preguntar a mi padre por la famosa cajita: papá ¿para qué sirve esto? Hijo, esto que tienes en la mano sirvió en su día para hacer música.”
“No entiendo” Fueron mis palabras. Entonces, mi padre-siempre atento conmigo- me explicó cómo había conseguido fabricar con sus propias manos una auténtica guitarra eléctrica.

Inmediatamente, me propuse el reto fue reproducir la hazaña. Comencé a recuperar piezas, a buscar medidas y cotas, modelos. Me desplacé a Madrid a por varias de ellas; otras fueron diseñadas y cortadas por un amigo de la familia que tiene un negocio de maderas. Finalmente, en el paraje conocido como “la fuente de la zorra”-otra vez en Valdenebro-pinté y terminé la guitarra eléctrica. Había logrado el sumum de la tecnología, todo ello sin tener idea de fabricar instrumentos.

Ahora, pasado el tiempo y cuando ya mi abuelo nos contempla desde otro punto de vista, ocurre que se repite la historia. Mi padre se preocupa de las cosas que le atosigaban a mi abuelo. A mi me conciernen los problemas que antaño fueron de mi padre. Y mi hija, que progresa adecuadamente con el idioma de los adultos, observa cómo yo arreglo su bici, cómo mi padre trabaja en su taller, y cómo su madre hace las mismas cosas que hacía la mía.

Yo, desde mi atalaya, contemplo la escena y pienso ¿cuánto tiempo me quedará a mí para ser el siguiente habitante de las torderas? Espero que reparar pinchazos de bicicleta no sea la señal de que ha llegado mi hora. Mientras tanto, el sol ha iluminado el taller del pueblo a través de las tejas y gracias a ello, mi hermano ha encontrado el tapón de la rueda de la bici que perdimos cuando aún necesitábamos rodilleras para evitar teñirlas de rojo.



7 comentarios:

Anónimo dijo...

Adrián decirte que ma ha encantado este articulo "Y se cierra el circulo" me he sentido emocionada al leer tu relato de cómo recuerdas algunas de los hechos que sucedieron cuando eras niño en Valdenebro y al lado de tu abuelo.
Pues asi es, efectivamente las cosas se van sucediendo y repitiendo casi idénticas a lo largo de nuestras vidas, de tal manera que tu padre ha asumido el papel de tu abuelo y tu asumirás el de tu padre, pero debes sentirte orgulloso de que así sea y de poder enseñar a tu hija tantas cosas como ellos te han enseñado a ti.
Bueno supongo que a estas alturas del comentario habrás adivinado que soy tu madre, que el dia de hoy es muy especial para todos nosotros y que no puedo explicar lo que me alegro de que aquel terrible 8 de septiembre del año 76 tuvieras las suficientas fuerzas (pese a terner solo algo mas de dos años) de luchar por la vida y contra el mal que por no sé que extraña razón te alcanzó al poco de nacer, fuiste valiente y lo superaste. Sigue siendo valiente y fuerte toda la vida que serás recompensado.
Me gusta que escribas tus vivencias en este blog. Lo haces muy bien. Un beso y decirte lo de siempre "madre te quiere tanto"

Adrián Pina dijo...

Pues yo me alegro muchísimo de que te haya gustado. No habría sido posible superarlo sin ti a mi lado, querida madre.
Te quiero.

Anónimo dijo...

tan sólo añadir (con lagrimillas en los ojos) un "gracias" por hacerme recordar veranos tan entrañables.
ahora ya mido lo mismo que vosotros, pero en el tiempo de estos relatos, yo ocupaba lo mismo que tu hija,mi sobrina....
os quiere tanto
Nita

Anónimo dijo...

Eres un fenomeno Adri, menos mal que siempre estas ahí.....q grande tener hermanos y más si son los mejores, justo los que yo tengo.
Besos, FIL

Anónimo dijo...

Me siento un poco intruso por comentar en este artículo, pero me veo en la necesidad de felicitarte. Me comentaste la idea mientras nuestros hijos correteaban entre las mesas de la terraza de un restaurante, pero no pensé que el resultado fuese el que ha sido. Te has superado amigo. Felicidades.
Julio

Adrián Pina dijo...

De intruso nada de nada. Tu también formas parte de mi familia. Además, otro de esos recuerdos que tengo es el siguiente. Mis padres siempre me han dicho que es muy difícil conservar las amistades de la infancia, que ellos tenían alguno ejemplo que otro. También tu madre, cuando tú y yo teníamos 15 años y nos ibamos a dar un paseo y nos la cruzamos al salir de mi casa nos dijo que ojalá nuestra amistad fuese duradera y dentro de otros 15 siguieramos juntos.
De modo que ya ves, llevamos más tiempo vivos conociendonos que tiempo vivos separados, y no nos ha ido mal.
Me alegro que te haya gustado. Ahora, espera el próximo, que será menos íntimo pero más profundo.

Marian Andrés dijo...

Recomendado por un amigo comun, me he atrevido a inmiscuirme en "el mundo pina" y sólo puede decirte que has logrado que se me salten las lágrimas en varias ocasiones. Yo también recuerdo como ahora, me veo haciendo cosas que mi madre hacía, y seguro que también lo hacía mi abuela, y espero que mi hijo también las haga y las sienta. Un fuerte abrazo.