jueves, 24 de julio de 2008

KRATOS>DEMOS

Ella siempre había creído en la democracia. Por eso, no podía entender a cuento de qué venían esas caras, esos comentarios.

Todo comenzó aquella tarde fantástica, en la que un sol radiante luchaba frágilmente contra los sabañones típicos del frío invernal. La niebla matutina se había disipado dando fe de la validez de la sabiduría popular en forma de refrán: “mañanita de niebla, tarde de paseo”

Fue caminando hasta el lugar señalado. Esa tarde iba a intervenir por primera vez. Había estado semanas preparando su discurso. Midiendo cada palabra, contando las veces que aparecía la palabra “no” para sustituirla por frases que evitaran connotaciones negativas. No quería levantar ninguna suspicacia, sino que pretendía ayudar con lo que siempre había escuchado que hay que hacer las cosas: con la palabra.

Comenzó la intervención de su líder. Durante más de media hora, fue explicando y desgranando toda su acción de gobierno, destacando aquellas cosas que más le parecían. Explicó la duración de sus obras, detalló los pormenores de sus mejores proyectos, añadió sus diseños de vanguardia para los años que estaban por venir. Finalmente, con la mejor de sus sonrisas, indicó a su audiencia que estaba encantado y dispuesto a recoger sugerencias que le ayudaran a mejorar su gestión.

Su pulsó se aceleró. Una gotita de sudor caló su discreto pendiente dorado, oculto por su larga cabellera negra. Pero no se amilanó. Cuando se pidió la palabra, ella levantó su brazo izquierdo con firmeza. Fue la primera en pedirlo. Sin darse cuenta, cuatro o cinco palabras más fueron pedidas mientras ella se dirigía al estrado a desgranar su intervención. Ni siquiera sabían quienes habían solicitado intervenir tras ella.

A lo largo de los cinco minutos de tiempo de que disponía, apuntó tres detalles a la gestión de su líder. Tres detalles que además, no había descubierto ella. Eran tres detalles de los que se escuchan en los mercados, en las cafeterías, en los parques. Tres detalles que provenían directamente del pueblo a quien decía representar su líder.

Una vez finalizada su intervención, no sin antes ser urgida para ello por quien dirigía la reunión, se sucedieron las palabras de los otros asistentes. En cuanto se hubo sentado, se dio cuenta de que ninguna de las intervenciones hacía mención al contenido de lo que había dicho, sino que por el contrario la citaban a ella expresamente: que cómo se atrevía, que quién se había creído que era para decir esas cosas y ahí, en ese lugar-como si hubiera otro lugar más adecuado para decirlo- que no se esperaban precisamente de ella que fuese a intervenir de ese modo, que menos mal que el tono no había sido duro, porque de lo contrario quizá tendría que pensarse seriamente su pertenencia a aquel grupo...

Salió totalmente descorazonada. Todos los pilares básicos, sus creencias más sólidas, caían como cae un castillo de naipes en el que se pose una mosca. Se quedó totalmente muda, sin poder articular palabra.

Taciturna, abandonó el lugar cabizbaja. Mientras caminaba hacia la parada del autobús, pensaba una y otra vez y trataba de entender qué es lo que había ocurrido aquella tarde, entre quienes consideraba sus iguales y en el templo de la palabra. Y aquella noche, se acostó sin saberlo.
No se había dado cuenta de que KRATOS siempre fue mas grande que DEMOS. Y aquel día, lo aprendió. Para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

sólo en américa huevón sólo en américa y esto NO ES AMERICA es la españa de los derechas e izquierdas que han vuelto al 36