lunes, 14 de julio de 2008

SENATVS POPVULVSQVE ROMANVM

Un caleidoscopio multicolor se abría bajo sus pies. La vista en el horizonte, semejante a un tapiz persa, fulguraba tenuemente. El aire, caliente, dejaba sus aguas ante los ojos rojizos. Los campos, cubriendo la tierra como una piel, ondeaban siguiendo su perfil. Cientos de pequeñas columnas de humo saludaban tímidamente en la lejanía.

Le había costado mas de 10 años llegar hasta allí. Años de esfuerzo, de sufrimiento, de estudio, de reflexión. Años de formación, de entrenamiento, de férrea disciplina. No había tenido ninguna ayuda. Siempre había trabajado solo, a modo de autodidacta, y él mismo había logrado forjar su manera de ser. Luchando contra todos y contra todo, desafiando a las mismas leyes de la naturaleza.

Ahora, ante si, se agolpaban los pensamientos. Tras el último esfuerzo, ya no tendría que volver a pasar por ello. Ahora, todo sería volver a la ciudad, a la civilización tantas veces ansiada y siempre defendida. Podría dedicarse exclusivamente a escribir y a enseñar, sus verdaderas pasiones. Multitud de oportunidades pasadas y perdidas de dejarlo todo y dedicarse a ellas volaban ante sus húmedos ojos. Ya no tendría que preocuparse de otros, de sus envidias, y de que en cualquier esquina le esperara el frío acero. Ya no tendría que pensar que todo podría acabar en un segundo.

Ahora podría cambiar de forma de vestir, aliviado por haber dado fin a tan ardua tarea. Podría buscar pareja, tener una familia. Podría tener hijos, ayudarlos en su camino por la vida, darles lo que él nunca pudo tener.

Sabedor de que las vidas de miles de hombres dependían de sus decisiones, una vez más tomó la que era correcta. No lo dudó, y cuando los estandartes de su poderosa legión avanzaron, supo que había acertado. Una vez más.

Una vez más, Julio César logró su triunfo. Britania ya no sería nunca más una isla de bárbaro. Ahora formaría parte del Imperio, el mas grande sobre la faz de la tierra. Y él, por fin, entraría en el olimpo.

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