viernes, 4 de julio de 2008

Basado en hechos reales

Llevaban poco tiempo casados. Se habían comprado un piso nuevo en una de las vecinas localidades dormitorio cercanas a la gran ciudad. Lo habían amueblado con ilusión, como siempre hacen las cosas. Hasta tenían un rincón de la casa forrado en madera, muy acogedor, preparado para las veladas que a menudo disfrutaban solos o en compañía de sus muchas amistades.

Por fin habían decidido ser padres. Era la culminación a un proyecto común. Una nueva posibilidad de cambiar las cosas, el mundo incluso, se abría ahora ante ellos. Ahora podrían depositar en esta nueva vida que llega todas las cosas que apreciaban y obviar las que detestaban, con el único propósito de hacer mejor las cosas. Mejor al menos que lo que ellos consideraban que habían sido sus educaciones.

Ni por un momento pudieron imaginarse lo que estaba por venir. El humo hacía círculos mientras salía de la pipa de aquel doctor barbudo. Parecía un gigante cuando dijo aquello de: “este niño necesita un corazón o morirá sin remedio” En aquella época se fumaba en los hospitales, lo que le daba a los grandes catedráticos de medicina un aura especial, un toque etéreo y místico de figura omnipotente que tenía a Dios como criado.

El mundo entero se vino abajo. No podían ni por un momento imaginar porqué les trataba con tanta crueldad la vida. ¿qué habían hecho mal? Se preguntaban sin cesar mientras se miraban a los ojos tratando de buscar más allá de sus recíprocas pupilas la solución a esta terrible sentencia de muerte.

El doctor fue también muy claro cuando habló de la solución. “Podría salvarse en 15 días, y sin secuelas o efectos secundarios, si ustedes autorizaran la terapia génica”

El desconocimiento de las cosas es amigo de la valentía, y asintieron sin pensarlo dos veces. “¿dónde hay que firmar?”, preguntó el padre, secándose las lágrimas de las enormes solapas de su nueva camisa de cuadros-era lo que se llevaba- “¿qué tenemos que hacer?” preguntó ella entre sollozos.

“¡Oh, es realmente sencillo!” Tan solo tiene que donarnos uno de sus óvulos, señora. Entonces, lo vaciaremos y llenaremos con el ADN de su hijo enfermo. Posteriormente, seleccionaremos las cadenas precisas para crear un corazón idéntico al suyo, pero sin defectos. Este proceso dura aproximadamente 7 días. A continuación, operaremos a su pequeño para sustituir su dañado corazón por este nuevo. Y será totalmente compatible y no habrá ningún problema de rechazo. En quince días, como les dije antes, podrán estar los tres en casa”

Oyendo estas palabras pensaron que estaban en uno de esos sanatorios como el que había en Ciempozuelos. ¿Cómo era posible que el doctor les planteara esa locura? Sin embargo, no había otra solución. El tipo sanguíneo del pequeño era tan extraño e inusual que lo hacía inviable como receptor de un corazón de donante. Y su edad complicaba aún más las cosas. La única solución era la terapia génica, también conocida como “células madre”

Su fe se tambaleó como si un terremoto de escala 8.9 Richter hubiese golpeado el mismo centro de la Tierra. Fieles creyentes, cada domingo escuchaban al párroco explicar el amor de Jesús por la vida, condenando a aquellos a los que se les ocurría suplantar a Dios y matar a sus congéneres. Al mismo tiempo, el párroco censuraba con vehemencia los avances científicos y especialmente los médicos, aduciendo que eran cosa del diablo, y tachando de posesos a quienes los investigaban y de pecadores a quienes se aprovechaban de ellos. Según él, nadie podía disponer de la vida del prójimo; ésta era una tarea exclusivamente de Dios.

Aquel domingo no fueron a la iglesia. A pesar de la cercanía a su casa, tenían cosas más importantes que hacer. Las cajas guardaban la ropita que con tanto cariño habían comprado para su bebé. La cuna había vuelto a su caja de cartón, que aún estaba en casa porque no hacía ni 3 días que la habían montado. Estaban preparados para respetar sus creencias.

Esa noche fue difícil conciliar el sueño. La decisión estaba tomada. No habría ningún juego a ser Dios. Si este había decidido llevarse a su pequeño, asi sería. ¿Quién se habían creído ellos que eran?. Estaban desafiando Su mismísima Autoridad. Y lo pagarían caro. Los diablillos ya echaban fuego a la hoguera infernal, y dos lechos con sus nombres fueron grabados con lava.

A la mañana siguiente, se levantaron silenciosos. El café de 4 días y una galleta más bien pasada fue lo único que desayunaron. En silencio, se dirigieron al hospital. Tomaron su coche y fueron hacía allí, sin hablar, sin oír siquiera la radio. En silencio se bajaron, tomaron el ascensor y se dirigieron al despacho del doctor. La decisión estaba tomada.

“Doctor, hemos tomado una decisión”- “antes de que me la indiquen, quiero recordarles que aún tienen tiempo para pensárselo mejor. Disponen de 3 días” Se adelantó el médico.
Pero ella fue tajante. “No. No esperaremos ni un segundo más." Durante la noche había recordado los versículos 13 al 25, del capítulo segundo del evangelio según San Juan, cuando Jesús expulsa a los mercaderes y cambistas del Templo de Jerusalén. Y se imaginó a ella misma expulsando al párroco de la iglesia, por ser tan mercader como aquellos, más preocupado por el cepillo que por las almas de su congregación, y tan cambista, capaz de cambiar la salvación eterna por unas monedas.

“proceda cuando quiera a salvar a mi hijo” No tenemos ninguna duda.


Este relato está basado en algunos hechos reales y tiene, naturalmente, ficción. Pero invito a todos a pensar qué haríais si tuvierais que enfrentaros al hecho de que sólo la terapia génica salvara a uno de vuestros seres queridos o a vosotros mismos.

Yo lo tengo claro.

2 comentarios:

Susana Madrid dijo...

Creo en los tratamientos con células madre como la medícina del futuro y esta experiencia fue casi de ciencia ficción. Gracias por su testimonio.

Susana Madrid dijo...

Creo en los tratamientos con células madre como la medícina del futuro y esta experiencia fue casi de ciencia ficción. Gracias por su testimonio.